Pablo María Sorondo

Entre las tapas rojas de Pasajes emerge la voz perdida de un padre y nos lanza en una gran aventura de largo aliento, de las que ya casi no se escriben. Narrada con las artimañas y fulgores de la vieja escuela –cierta tradición rioplatense, algunas incursiones de realismo mágico–, la historia nos transporta a una época casi extrañada del tiempo, con personajes inolvidables: un vidente que adivina el pasado, equilibristas capaces de viajar de un mundo a otro o cerrajeros que abren puertas a cualquier sitio. Compuesta en secuencias, la novela evoca al cine o incluso a los videojuegos de los años 80. El inaccesible pasado, la reconstrucción de la infancia, una tragedia olvidada, la amistad, las fantasías y el desamparo, aparecen como rompecabezas encadenados entre escenarios imposibles.